¿Y el liderazgo?

Para cualquier observador de la situación política venezolana es de particular preocupación las divisiones que existen en nuestra sociedad. Las mismas se expresan en los distintos ámbitos del quehacer humano. Estamos en presencia de una clara división social que se evidencia en los diferentes conjuntos de valores con los que los sectores se plantean sus expectativas con respecto al  país. Para unos, lo más importante es el trabajo y lo que ese ejercicio le pueda traer en beneficios para él y su familia. Para otros, es el eterno esperar que el maná caiga del cielo para poder acceder a la solución temporal de sus necesidades.

En el plano económico, observamos sectores que se hacen cada vez más rico mientras que amplios bloques de la sociedad se encuentran sumergidos en una pobreza que corta de raíz las posibilidades de tener una vida digna y que la descendencia pueda ser mejor que uno. Un grupo de personas que se encuentran sin derecho a soñar.

Donde encontramos la más triste de las divisiones es en el plano político. Se manifiesta en grupos encontrados que parecieran centrar sus actuaciones en la desaparición del otro. Se nota una incapacidad total para el reconocimiento del otro. Las rencillas hacen insalvables las diferencias. Todo parece un caldo de cultivo propicio para que estalle, en cualquier momento, un enfrentamiento de consecuencias absolutamente indeseables.

Las divisiones políticas no son nuevas en nuestro país. La historia nos habla de guerras, montoneras y diferentes formas de violencia que tuvieron costos gigantescos en familias destruidas por la cantidad de vidas sacrificadas. A partir de 1958 la división política se había manejado a través de procesos electorales. Una vez electo, el nuevo presidente llamaba a la concertación, al entendimiento, a la búsqueda conjunta de soluciones.

Todo eso cambió a partir de 1998. Como claro ejemplo del agotamiento de los liderazgos vimos como el presidente dejó de ser de todos los venezolanos para convertirse en un jefe de facción. Uno que actúa más como si hubiese llegado al poder mediante una sangrienta conquista en vez de un proceso electoral.

El presidente, contrariamente a lo que hubiese hecho un líder, se ha empeñado en exacerbar las divisiones de la sociedad. En particular la política. Su discurso es la mayoría de las veces violento. No se caracteriza por llamados a la concertación ni al entendimiento. Más bien usa el desprecio y la descalificación de quienes no le siguen. Se acusa a sí mismo de falta de liderazgo al no proponer vías de entendimiento, al no ser proclive a la discusión si no a la imposición. En esos defectos le acompaña una muy incompetente clase política.

Esta situación no sería tan dramática si entre quienes se le oponen hubiese alguien asumiendo ese papel de llamado a la unión frente a los problemas que aquejan a la población. Más bien encontramos un grupo de personas dedicadas a contestar las bravuconadas de quien comanda la otra facción. No se busca la manera de minimizar los efectos divisionistas del discurso y la acción del no líder que ocupa el cargo de jefe de estado.

La buena noticia para quienes quieran incursionar en la política en serio es que el campo del liderazgo está vacío. La receta para ocupar un puesto de importancia en el sentimiento de los venezolanos no es muy complicada. Los ingredientes indispensables son: tolerancia, disposición al diálogo, voluntad de reconocer a todos los venezolanos como tales, capacidad de detectar los problemas que nos afectan y proposición de soluciones.

El país clama por un liderazgo que se ocupe de los venezolanos sin distingo de posiciones políticas y colores. Una persona o grupos de personas que llamen a concentrar esfuerzos para erradicar los males que nos afectan desde tiempos inmemoriales.

En fin, los venezolanos están deseosos de alguien que se proponga lograr que superemos las discusiones estériles entre hermanos y que se dedique con el concurso de toda la población a la conducción del país por la senda definitiva del desarrollo.

Se buscan líderes…

Comentarios

  1. Profesor, he leido con detenimiento su interesante artículo y no me resta más que concordar con usted en el 100%, cuando los potenciales lideres que hay en nuestra sociedad comprendan claramente que los venezolanos y el país, la Nación están por encima de ellos o nosotros tendremos luz al final de esta oscuridad. Maria Teresa Belandria

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  2. Hola J.V, felicitaciones por exponer tus ideas en el blog y permitirnos compartir contigo.

    No creo que en nuestro país no haya líderes, están surgiendo y este gobierno los elimina uno a uno por razones de competencia con el supuestamente líder máximo, antes que puedan desarrollar sus ideas. Pero algunos de esos líderes se han dejado engolosinar por el poder y la popularidad, un mal que corrompe a casi todos los líderes. La verdad es que da tristeza.
    Un líder necesita seguidores y un ideal, un sueño o plan al cual unirse porque los potenciales seguidores lo admiramos y deseamos. Hasta ahora los líderes que han surgido en Venezuela en estos tiempos conflictivos, solo tienen el propósito de eliminar al otro líder, por eso no han tenido resultado. Necesitan algo más para que surjan los seguidores dispuestos a todo por ese plan o ideal, por ese sueño.
    Casi no hay sueños originales, sino copias mal hechas de otros sueños pasados, caducos, vencidos, desactualizados. No hemos enseñado a la juventud a crear sueños, a comunicarlos con claridad, cómo animar a otros y cómo implementarlos, en eso está la clave de nuestra salvación. Porque un líder no se improvisa, sino es producto de una formación a largo plazo. Los profesores tenemos mucha responsabilidad en este asunto, en nuestro porvenir y debemos asumir esa responsabilidad de forma muy activa y valiente.

    Un abrazo
    Elizabeth Valarino

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