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Mostrando entradas de enero, 2012

Libreto manido

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Es evidente que las variables que sigue la sala situacional de Miraflores bajo la estrecha supervisión cubana se encuentran en su conjunto en valores adversos al gobierno. Solo basta ver la cantidad de protestas y manifestaciones que se dan todos los días a lo largo y ancho del país, para notar que el descontento con la pésima gestión del presidente Chávez sigue creciendo. Casi todos los problemas a los que los venezolanos le atribuyen importancia se encuentran sin solución. La mayoría de ellos peores que en 1998 y muchos peores que en 1992. Ante la percepción creciente de que este gobierno carece de la capacidad necesaria para enfrentar estos asuntos y disminuir el impacto negativo que sobre la calidad de vida de los venezolanos, se apela al libreto manido de la desestabilización. Según este libreto, nuestra clase política gobernante está compuesta por una serie de superdotados que no son comprendidos en la gran inteligencia de sus propuestas y por lo tanto resultan sabo
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Gobierno de etiqueta Vivimos tiempos de simplificación. La clase política gobernante evita meterse en honduras. Prefiere la superficialidad del discurso de confrontación y culpas al voleo evitando en todo momento llegar ni de cerca al esclarecimiento de los problemas que vive el venezolano común. Eso explica la culpa permanente a la cuarta república. Los dislates contra todos aquellos que piensen distinto de ellos. El fracasado aparato comunicacional destinado a explicar que todavía se necesita mucho tiempo para resolver incluso los asuntos más triviales. No es raro escuchar a algún personero de la elite gobernante justificando su propia incapacidad a través del manido recurso de culpar a los gobiernos anteriores. Se escabulle así de explicar el por qué esos mismos problemas se encuentran hoy en peor estado que a finales del siglo XX. Desde lo más alto de estas cúpulas gobernantes escuchamos una verborrea que una vez transcrita y leída, dice nada. Absolutamente nada.

¿Se la está comiendo?

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Cuando se oye a Chávez hablar del desempeño de su administración y alabar la gestión de su gabinete ministerial uno se pregunta automáticamente: ¿qué pensará el presidente de su gobierno? En una conclusión adelantada, uno tiene que convencerse de que Hugo piensa que se la está comiendo. Que el país nunca había estado tan bien. Que los venezolanos se alimentan de lo mejor. Que se puede salir a la calle sin temor a ser atracado y/o asesinado. Que se puede ir al mercado y conseguir de todo y barato. Que al pueblo le sobra el dinero y puede hasta ahorrar. Que las empresas estatizadas funcionan como nunca antes. Que la calidad de vida de los venezolanos es tan buena que podemos regalar dinero a todo país que a él le parezca. De ahí que felicite a sus ministros, que ratifique a Giordani quien no puede contener el llanto al enterarse de que no está raspado. Que atornille a su ministro de interior y justicia a quien ha tenido que quitarle funciones creando un nuevo ministerio para ver si

¿Valió la pena?

Si algo ha caracterizado a la clase política que nos gobierna desde 1958 es su incansable e incesante capacidad de prometer. Desde la solución de los problemas que aquejan a los venezolanos desde tiempos inmemoriales hasta fastuosas obras de infraestructura que nunca se concretan. Elección tras elección se repiten las mismas promesas. La lista de los problemas no hace más que crecer. Los problemas en sí mismos se hacen cada vez más graves y por lo tanto de muy difícil solución. Es este mecanismo perverso el que lleva a los venezolanos a pensar, en 1998, que la situación que se estaba viviendo no podía ser peor. Dado que el ciclo de promesas se repetía, a lo mejor era necesario cambiar de oferente. Es decir, un grupo de personas distintas a las que habían gobernado hasta ese momento. No contaban los electores con el pequeño detalle de que estos actores, miembros del reparto de lo que hoy llaman cuarta república, no venían de Ganimedes. No son más que un extracto de esas personas q