Gobierno de etiqueta
Vivimos tiempos de simplificación. La clase
política gobernante evita meterse en honduras. Prefiere la superficialidad del
discurso de confrontación y culpas al voleo evitando en todo momento llegar ni
de cerca al esclarecimiento de los problemas que vive el venezolano común.
Eso explica la culpa permanente a la cuarta
república. Los dislates contra todos aquellos que piensen distinto de ellos. El
fracasado aparato comunicacional destinado a explicar que todavía se necesita
mucho tiempo para resolver incluso los asuntos más triviales. No es raro
escuchar a algún personero de la elite gobernante justificando su propia
incapacidad a través del manido recurso de culpar a los gobiernos anteriores. Se
escabulle así de explicar el por qué esos mismos problemas se encuentran hoy en
peor estado que a finales del siglo XX.
Desde lo más alto de estas cúpulas gobernantes
escuchamos una verborrea que una vez transcrita y leída, dice nada.
Absolutamente nada. Nada en términos de quienes esperan una respuesta al tema
de la criminalidad desbordada. Nada en materia del tráfico vehicular que
destruye la calidad de vida de muchas zonas urbanas en el país. Nada en materia
de medicinas que no se consiguen, obligando a los interesados a solicitarlas a
través de los medios de comunicación. Nada de los productos que no se encuentran
en los supermercados. Nada de la pobre calidad de educación que recibe nuestra
juventud.
A cambio somos bombardeados a través de todos
los medios disponibles de unas preocupaciones artificiales con la que los
cubanos, por ejemplo, han tratado de justificar el fracaso de una revolución
que no termina de entregar a su pueblo las promesas de emancipación que hace el
marxismo.
Preocupa a nuestra cúpula gobernante, y sobre
todo al pináculo, la invasión del imperio, la caída del capitalismo, el
calentamiento global, la escasez mundial de alimentos para justificar la
carestía de los mismos en nuestro país. Hay una diferencia brutal entre lo que
preocupa discursivamente al vicepresidente de la Asamblea Nacional y lo que
ineluctablemente perjudica la calidad de vida de la inmensa mayoría de los
venezolanos.
Se llenan la boca con una cantidad de palabras,
nombres o frases que a la postre significan nada. Podemos comenzar por la
etiqueta mayor: Socialismo del Siglo XXI. Cuando se le pregunta a uno de los
miembros de la clase política en el poder su significado, es posible oír casi
cualquier cosa menos una definición de este concepto central para el proceso político
que dicen llevar a cabo.
El gran discurso de este gobierno gira
alrededor de la dicotomía bueno-malo. Por supuesto, ellos asumen el papel de
buenos y dejan para los demás el de malos. Ellos patriotas y los otros
escuálidos, vende patria, contra revolucionario, pitiyanqui, etc., etc., etc.
No vamos a llenar este espacio inventariando la
cantidad de etiquetas simplificadoras de la realidad que usan las cúpulas
gobernantes. Sí queremos usar las líneas que siguen para explicar el por qué de
esta práctica.
Hay que comenzar diciendo que es la mejor
manera que tienen para huir del debate. No porque no les guste la
confrontación. El asunto es que pragmáticos como son, saben que no tienen forma
de defender las políticas de este régimen para combatir la delincuencia, entre
otros muchísimos asuntos. Por cierto, el fenómeno de la criminalidad pone en
tela de juicio la capacidad de los regentes del Estado de ejercer la soberanía
del país. Prueba de ello, entre muchas otras, es la pérdida de la capacidad de
gobernar el sistema carcelario nacional. Y soberanía es una de las etiquetas
preferidas.
De allí que siempre se use el debate como
invitación. Pero nunca se apela al mismo. Es como esos productos que en su
publicidad asumen como atributos elementos en los que en realidad tienen poca
calidad. Recuerdo una cuña de televisión durante mi niñez en la cual un
reconocido conductor de programas aseguraba que la crema dental que
promocionaba no tenía aire adentro del tubo. En mi baño, de los más confiado
apreté el tubo de pasta de diente para ver como se reducía a menos de la mitad
de su volumen después de expulsar un chorro de aire.
La etiqueta se usa para hacer que se explicó
cosas que no saben explicar. Es así como pretende aplicar una ley para fijar
precios mientras apuestan a especular en el mercado internacional para
conseguir la mayor cantidad de dinero posible por el petróleo que exportamos.
Para esto se limitan a hablar de la muerte del capitalismo y babosadas del
estilo.
La etiqueta se usa para evitar a como de lugar
explicar los planes para resolver cualquiera de los muchísimos problemas que
por la incompetencia de estas cúpulas políticas deben sufrir los venezolanos.
El problema de la electricidad seguirá sin resolverse y la demanda seguirá
creciendo más rápido que la capacidad que estos políticos pueden poner en
operación.
La etiqueta se usa preferentemente para la
descalificación. La usan las cúpulas políticas y sus sirvientes en los medios
de comunicación del Estado. Estoy seguro de que el vicepresidente de la
Asamblea Nacional no sabe lo que es neoliberalismo. Para él es una etiqueta con
la que quiere invalidar. Si supiera qué quiere decir esa palabra, se daría
cuenta que la política de sus compañeros de tolda contra el hampa es la de
sálvese quien pueda y como pueda. Neoliberal pues, salvaje pues. Cero
intervención del estado. Si es víctima es porque usted se lo buscó.
Los espacios que de forma grosera son
aprovechados por militantes del partido de gobierno en la televisora de todos
los venezolanos están llenos de etiquetas. Después de todo no se puede esperar
mucho más de estos insignes líderes de opinión que solo llegan a rezar el credo
revolucionario sin entender la profundidad de la materia que debiera estar
detrás.
Es así que tenemos un gobierno de etiqueta.
Alguna de ellas será utilizada para descalificar este escrito y a su autor.
Pero, les queda claro que lo que aquí se dice es la triste descripción de una
cúpula política incapaz que ha dilapidado la mayor cantidad de dinero que haya
tenido gobierno alguno en todo nuestra historia. Y eso ha pasado porque no
tienen objetivo, no tienen propósito y en ese no, han depositado la
responsabilidad en un ministro de que de planificación sabe muy poco y de
economía nada.
La responsabilidad mayor, la única diría yo,
recae en el presidente de la República. Porque no ha sabido darse cuenta de la
triste realidad que vivimos. Porque no tiene capacidad para buscar mejores
hombres para que lo acompañen en su gobierno. Porque él mismo no sabe cuál es
el objetivo final. Otro que no sea mantenerse en el poder a como de lugar.
José Vicente Carrasquero A.
@botellazo
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