El Chavismo: El retorno de Venezuela a la era de las multitudes
Por Rafael Quiñones, Sociólogo, Magister en Ciencia Política, Investigador Opinión Pública
El tema a ser debatido parece salido del teatro
del absurdo ¿Cómo es posible que una Venezuela después de 13 años con el mismo
líder, con los indicadores más básicos de calidad de vida en franco deterioro
(llámese inseguridad, inflación y desempleo entre las más destacadas) tenga un
Presidente con niveles de popularidad superiores al 50% de los venezolanos? Las
teorías conspiranoicas podrían llevarnos por el camino fácil de que es un arreglo
de las encuestadoras de opinión pública para hacer creer que el actual
Presidente es más popular de lo que se cree y así justificar un fraude
electoral. Otra visión simplista, la que ve a una Venezuela irredimible de la
lógica de la dádiva y la popularidad, ve que la cantidad de dinero que hace
correr por la calle el gobierno por sus programas sociales es suficiente para
comprar la conciencia de los venezolanos, la razón utilitaria venciendo a los
principios morales. Estas
tesis si en verdad son tentadoras de asimilar y son de uso común en mucho
“moldeadores de la opinión pública” que están del lado de la calle de la
oposición, se sostienen bajo argumentos endebles ante fundamentos de una
realidad que niega la validez de sus afirmaciones. La tesis conspiranoica
parece basarse en eso que dicen que “Si le cortas la
lengua a un hombre, no demuestras que estuviera mintiendo: demuestras que no
quieres que el mundo oiga lo que pueda decir”. No todas las empresas de
medición de opinión pública pueden estar mintiendo, especialmente cuando vemos
respetadas encuestadoras internacionales llegando a las mismas conclusiones que
las nacionales, por lo tanto la idea de un gobierno pagando encuestadoras para
mantenerlo en lo alto de la popularidad no se sostiene. La tesis populista de
las dádivas, una visión simplista y clasista del apoyo hacia el Presidente se
cae cuando vemos que investigaciones independientes verifican que los programas
sociales que transfieren recursos a los pobres (y también a cierta clase media
y alta que no admite recibirlos) no llegan al 20% de la población. El famoso
“apoyo específico” de David Easton no parece caer entonces como explicación
razonable de este fenómeno.
Entonces ¿Qué pasa? Lo que pasa es
que en Venezuela se ha estado incubando desde hace décadas, cuando el pacto
democrático que dio origen al sistema político que llamamos democracia empezó a
deteriorarse, las partidos políticos a convertirse en entes burocratizados para
obtener prebendas por parte del ciudadano común y el desarrollo económico de la
nación se estancó, eliminando el ascenso social material de las clase más
pobres que lo habían disfrutado en las décadas de los 60 y 70 del país empezó a
secarse y crear una frustración explosiva en nuestro país. La democracia como
expresión de Estado de Derecho que se impone al uso de la fuerza de manera
ilegal por los individuos empezó a abandonar la sociedad venezolana y el primer
lugar donde pasó eso fue en los sectores populares más pobres de nuestro país.
En este contexto era difícil socializar a las personas como ciudadanos cuando
el Estado ya no respondía como ente de la democracia a sus exigencias, los que
llevaría a pensar primero como individuos que sólo velarían por sus propios
intereses y nada por el “bien público” (este fenómeno también se daría con
otras características en la clase media y alta de la sociedad, pero como los
pobres son mayoría demográfica nos afincaremos en ellos). Es difícil defender la democracia cuando no se
le ha conocido.
El
individuo particularista que no podía tener la seguridad del estado y el
ascenso social garantizado por la renta petrolero no podía tener otra evolución
sino hacia la multitud, bajo la definición clásica de un conjunto de individuos
con múltiples orígenes y motivaciones sociales pero con capacidad de actuar en
común. Los partidos se habían esclerotizados como formas de canalizar las
demandas del colectivo hacia la agenda pública, el mundo democrático de las
organizaciones con individuos conscientes y racionales que trabajaban en
conjunto para un objetivo en común se estaba desintegrando. Sólo quedaba un
gran conjunto de desarraigados social y políticamente en las clases altas,
medias y especialmente bajas reunidos en multitud con unas pulsiones en común:
Restaurar el régimen de ascenso social que había disfrutado apenas una o dos
generaciones de venezolanos y la destrucción de la élite política que había
frenado este proceso. Las pulsiones de esta multitud consiguieron a la larga un
líder, Hugo Chávez Frías, que prometió satisfacer esas pulsiones en Venezuela y
por eso ganó en el año 98.
La
destrucción de las instituciones políticas en Venezuela y su reemplazo
progresivo por la afectivación en la política (cuyo cúspide lo hemos visto en
el culto a la personalidad del Presidente en los últimos años) convirtió
nuestra democracia de partidos en democracia de masas, de multitudes en poco
tiempo y las multitudes sobreviven con base a un caudillo carismático, no con
esquemas institucionales o legales del Estado de Derecho Moderno. El individuo
ya sea sólo o como parte de una colectividad consciente es crítico, lógico,
basando su percepción de la realidad elaborada a través del encadenamiento de
razonamientos que podemos discutir y corregir a la luz de observaciones sobre
los hechos conocidos. Existe la polémica y en consecuencia la política que es
reunir a través de las diferentes visiones acerca de la realidad por medio del
debate a un consenso común basado en la experiencia crítica. El deterioro de la
democracia puntofijista por un lado y la destrucción de la institucionalidad estatal
por el chavismo por otra, unida por el deseo de crear una interpretación de la
realidad única para perpeturar un mismo grupo de poder en el Estado han
resucitado a la multitud como la protagonista de la política en Venezuela en
los últimos años.
¿Por
qué la multitud es peligrosa para la democracia? Porque el pensamiento de la
multitud es automático, dominado por asociaciones estereotipadas y clichés
registrados en la memoria, sirviéndose de imágenes de la realidad pero no de
experiencias de la realidad en concreto. Esto los lleva que para comprender la
realidad, no busquen las pruebas palpables por medio de la experiencia para
comprenderla, sólo le es necesario las imágenes en su mente que se encadenan
para definir esa realidad. Pero para que esa realidad sea consensuada y
coherente necesita de un solo foco que la defina y las promocione, y ese papel
es el del líder, que actualmente ejerce el Presidente Hugo Chávez.
La
destrucción de la institucionalidad democrática, primero por la erosión pre-Chávez
y luego su destrucción sistemática en la era chavista, no dejó otro modo de
autoridad en Venezuela sino la basada en el carisma del líder. Entendamos
carisma en término de Weber como una cualidad personal que en virtud la persona
se considera aparte del resto de los mortales y tratado con facultades
sobrenaturales. El carisma sería para el mundo laico lo que la gracia es para
el religioso, ya que todo carisma que no se enmarque en la tradición o en el
mundo racional es algo divino, sobrenatural, más allá del mundo de los
mortales. La multitud en que se ha convertido la mayor parte de la sociedad
venezolano (tanto desde el chavismo como de la oposición) funcionan con base a
la incapacidad de esta de separar la realidad de su representación. Al no poder
hacer esta discriminación la multitud proyecta hacia el exterior sus
ideas-imágenes interiores y necesita de un líder que a través de su discurso le
ordene para crear coherencia en la realidad en que viven. No importa que las
ideas para construir esa coherencia de la realidad sean lógicas, sólo que se
cree un mundo común para todos.
El
conductor de masas convierte la multitud sugestionable en movimiento colectivo
con base a la creencia, la fe, como en la religión. El líder como el clérigo es
quien canaliza la fe en la multitud. Las ideas gobiernan las masas pero no se
gobiernan a las masas con ideas, al contrario del individuo racional agrupado
en colectividades organizadas. Para llevar a buen término estas ideas, en una
pasión unánime de las personas, convirtiendo las ideas en materia. Estos
conductores de la multitud convierten las ideas en pasión y la evaluación
objetiva de lo que se dice pasa a un segundo plano. Por eso al igual que
cualquier profeta, el líder carismático como en el caso venezolano es un hombre
de fe hasta sus excesos, porque todo líder carismático es un fanático y su
fanatismo se comunica a las masas. “El hombre religioso no piensa más que en sí
mismo” Nietzche.
Esto
nos lleva a la fusión del destino individual y el destino de la multitud, entre
la idea y la sociedad, entre el poder y la fe. El valor se antepone a la
inteligencia, convierte las posibilidades en realidades en la psiquis
colectiva, la inteligencia crea indulgencia antes las ideas contrarias a la
multitud, debilitando la intensidad y violencia de la fe de los seguidores. El
líder de masas no tiene que ser inteligente, porque el mundo de la multitud es
de las pasiones, no de las reflexiones, por eso no negocia, no puede dejar
dudas en sus afirmaciones, aunque las cambie radicalmente de un día para otro
sin ninguna justificación. El líder de masas perfecto llega a la cima sacrificando
lo que un simple mortal ama, ya que una ambición superior no tiene poder si no
se le añade fe a sus creencias. El líder de multitudes tiene que ser más
valiente que inteligente, porque el valor moviliza a las masas, mientras que la
inteligencia desarma voluntades. Convierte las ideas en realidades para la masa,
el debatirlas por la inteligencia desintegra las ilusiones compartidas entre
los sujetos.
El
líder carismático es un seductor de la multitud, lo transporta de un universo
de razón a un universo de imaginación, donde las ideas y sentimientos encadenan
a las personas las unas con las otras por encima de la realidad objetiva. Es
por eso que el líder es espontáneo, porque tiene que salir de su pensamiento
para entrar en el del público. Se emociona con la multitud con el objetivo de
persuadirla de manera más contundente, experimentando con ellas sus mismas
pasiones, creando el mecanismo con que la multitud galvaniza su lealtad al
líder: La identificación. La multitud siente que el líder están reflejados
ellos, que el comparte lo que ellos sienten, que otro líder más racional y
práctico jamás comprenderá. No importa que el líder viva en condiciones
distintas a las de sus seguidores, por medio de su discurso crea la
identificación entre su persona y la multitud que la sigue.
En
esto la propaganda es vital para convertir los individuos en multitud y
mantenerlos en ese estado. Uno de los recursos de la propaganda es la representación que manipula el espacio
(las marchas multitudinarias por ejemplo); otra es el ceremonial (que como la
misa, revifica emociones y cargar la
atmósfera de sentimientos compartidos); y la última la persuasión (donde el
líder al tener la atención de la multitud, convierte las imágenes evocadas en
realidades sentidas por el público). Las multitudes no se dejan impresionar por
la lógica de un discurso sino por las imágenes sentimentales que las palabras y
asociaciones de palabras logran. Los slogans tienen el poder movilizador de las
imágenes y los recuerdos en la multitud, que con uso apropiado se puede
persuadir a las personas hacerles querer lo que se quiere. Toda condición de
una propaganda es una afirmación clara y sin réplica de una posición
unilateral.
Venezuela
vive en estos momentos, con le destrucción institucional de las formas de
comportarse políticamente por parte de los líderes del Estado en una situación
de neurosis colectiva constante girando entorno a la figura del Presidente
Chávez, ya sea por parte de sus seguidores como de sus detractores. Se lucha
por o contra las representaciones mentales que el Presidente hace al pueblo
venezolano, el contrastarlo con la realidad no es de interés para nadie. Sus
seguidores tienen una serie de ideas y sentimientos morales que el Presidente
los convierte en imágenes y los devuelve a su audiencia como realidades concretas sin tener
que probarlas en público. La gente quiere que se combata la pobreza, “La
pobreza se ha reducido desde que empezamos a aplicar las Misiones”, la gente
quiere un culpable del desabastecimiento “Los empresarios especuladores ocultan
los productos de primera necesidad para hambrear al pueblo”; la gente quiere un
culpable de sus desgracias en la vida “La burguesía y el imperialismo son los
que han hecho pobre a Venezuela”. Los seguidores del Presidente lo juzgan por
sus sentimientos y buenas intenciones porque simplemente son los sentimientos y
buenas intenciones de ellos mismos, condenarlos sería condenarse ellos mismos
cosa que obviamente no quieren hacer. Evaluar su gestión con base a la realidad
es doloroso, por eso se dice que lo bueno que se está construyendo está “en
otra parte” lejos de donde vive su cotidianidad. Quienes agradecen más las
Misiones no son quienes son beneficiarios de ellas, porque la realidad termina
a la final creando insatisfacciones para quien la experimenta, sino quien sólo
sabe de ellas por el discurso, porque la imaginación llena todo con relación al
tema. Allí no existe incompetencia, corrupción o malversación. Si algo malo
sucede no es culpa del líder sino de sus colaboradores que no saben concretarlo
en la realidad. El líder te ama, pero son otros los que hacen que se amor no se
concrete como tu quisieras.
Esto
nos lleva al espinoso tema de porque sus seguidores, después de trece años de
promesas incumplidas, mala administración de un barril petrolero por encima de
los 100$ y todo el poder del Estado en sus manos, aún creen en él y hasta
pueden tener fe de que necesita más tiempo para concretarlo a futuro. Es que
para cuestionarlo deberían cuestionarse ellos mismos y eso es doloroso, la
identificación multitud-líder es fuerte, el Presidente encarna supuestamente
los ideales de los pobres, no importa que nunca los vaya concretar. Condenarlo
es condenarse a uno mismo, es como a un creyente le tuvieran que pedir que
dijera que “Dios es malo”. Atacar al Presidente es una blasfemia cívica, porque
nadie quiere oponerse a lo cree es moralmente bueno y eso es lo que es el
Presidente Chávez: Un saco de buenas intenciones que nadie quiere cuestionar.
La bondad puesto en entredicho es cruel, las buenas intenciones sujeto a burlas
en su golpe al estómago para cualquiera. Es mejor vivir en el mundo de la
imaginación y de las buenas intenciones que en la cruel realidad de que uno
está siendo manipulado.
La
oposición, lejos de creer que está libre de esta neurosis, la ha experimentado
en su sentido inverso. Toda representación del líder para ellos es una mentira
descarada, toda buena intención del Presidente es cinismo disfrazado, todo
sentimiento moral que excite sus propuestas son en verdad anti-valores que se
le están entregando a la sociedad como un cáncer. El Mesías para sus seguidores
es el Anticristo para sus detractores, su idealización y santificación de la pobreza se convierte en odio contra ser
pobre en el opositor, su lucha por la soberanía por el país es reemplazada por
el derecho de lo más fuertes en la escena Internacional. Hugo Chávez es el
líder negativo carismático de la multitud que es detractora de su gobierno.
Sugestiona su psiquis colectiva en forma inversa a la de sus seguidores y en
una sociedad de multitudes no hay política, no hay debate-polémica-acuerdo para
llegar a fines comunes, no hay interés de agarrarse de las manos y ver que está
pasando en realidad con el país.
La
enfermedad del Presidente ha incrementado radicalmente dentro de su movimiento
político el proceso de beatificación del líder de la multitud frente a sus
seguidores, su culto a la personalidad. Sea invocando religiones
institucionalizadas en el país (como el cristianismo católico y evangélico) para
ungir de la gracia divina al líder en peligro de muerte, como la elaboración
política de una religión profana que divinice la líder ante la sociedad en que
gobierna. Una religión profana en lo político al igual que la religión por
revelación responde estrictamente a determinadas necesidades psíquicas (la
necesidad de certidumbre, la regresión de los individuos a la masa) y no a un
sentimiento religioso acerca de la trascendencia del ser humano más allá de la
muerte. En el caso del Presidente, crear la certidumbre de que su enfermedad
será curada y que los lazos de fe y amor con sus seguidores seguirán existiendo
por medio de su liderazgo, no importa si la evidencia científica dice lo
contrario. La religión profana en la política busca también es armonizar las
relaciones entre el individuo y la sociedad, reconciliar las tendencias de
división dentro del movimiento político por el bien de la colectividad y el
líder que lo encarna, que los hombres saldrán victoriosos bajo la condición de
identificarse con el ideal que los sobrepasa y que el líder sirve como profeta,
cancelando el sufrimiento que origina la duda y la crítica. Y la tercera
función de la religión profana es el misterio, es decir, que hay verdades que
hay que dar por hechas sin dar explicaciones lógicas acerca de la misma. Las
misas, rezo, a favor del presidente disimulan el misterio sobre que enfermedad
tiene y se puede curarse a favor de la fe acerca de su retorno y futura
victoria.
El
poder político del chavismo usa la enfermedad del Presidente para acelerar su
sacralización, de hacerlo pasar de líder de una multitud a un profeta, a un
Mesías, a un mártir y especialmente a un Mito que se pueda capitalizar
políticamente por sus lugartenientes luego de su muerte. La sacralización del
poder por medio del rezo al líder ausente por su recuperación es la
construcción de una especie de teocracia dentro de la burocracia chavista, el
gobierno de los lugartenientes de Chávez está cada vez más pendiente de los
métodos, de los símbolos y la retórica eclesiástica que la partidización de la
su política. La oración por sanación transmitas por los medios del Estado es la
creación del dogma de lo que se debe creer y no sobre el liderazgo de Chávez y
su Revolución. Convertir al profeta en Redentor, no importa el cuerpo de ideas
que se desea poder sino justificar por medio de la fe la forma en que se
organiza el poder político en Venezuela. Sacraliza el status quo de la actual
Venezuela, no importa si Chávez sobrevive o no a ella, convertir en paganos, en
impíos a quienes divergen de ella. Acepta que el actual estado de la cosa es
bonito porque el comandante te ama, esté vivo o no. No comentes las
contradicciones y errores del gobierno en público, a las deidades no les gusta
que las cuestionen. Sólo canta y aplaude para salvarte, para salvar al líder.
El
intentar colocar la religión en la política es renunciar a las ideas políticas
para justificar la forma en que se ejerce el poder en Venezuela y la muerte y
resurrección del Presidente es la forma ideal para hacerlo. No puede pensar en
ti mismo si el líder está sufriendo y no está protegiendo a los demás. Se
renuncia a la organización política, a la ideología, al pensamiento crítico
para saltar a la fe y divinización del Presidente. Es el salto vacío genial
donde nos espera con los brazos abiertos el Presidente, de quien organiza
nuestras pasiones, nuestros afectos y nuestros odios. La organización política
entorno a un líder divinizado, donde sus lugartenientes son sus nuevos profetas
a la manera de Freud en que los hermanos mayores reemplazan al padre en la
jefatura de la familia. Solamente se puede uno sobrevivir y desarrollar
alrededor de un único líder y sus comandantes son los guardianes de su dogma,
que la gente no entiende pero las vive pasionalmente. Renuncia a ti mismo y
sigue al líder.
El
problema con esto es que aún existe un chavismo crítico, que forma la mayor
parte del chavismo junto con el NI-NI dentro de la mayoría electoral en
Venezuela. Ellos se ven unidos sentimentalmente al presidente, pero su
divinización no está dentro de su psiquis colectiva. Acompañaran al Presidente
en su enfermedad, pero no están dispuesto seguirlo hasta su agonía y la tumba.
El amor al líder muere con él porque el nunca trasmitió su carisma a otro
lugarteniente. Con el líder las políticas públicas creaban una relación entre
el Estado y la ciudadanía en que el Ejecutivo por medio de su carisma hacia
creer que dichas políticas en un acto de bondad y generosidad del líder con
base a sus buenas intenciones. Al morir este se convierten en derechos
inherentes y automáticos de los ciudadanos, no hay quien capitalice la
popularidad del mismo al fallecer el Presidente. El mito del líder muerto puede
ser muy fuerte pero puede pasar hasta décadas hasta que nuevo líder herede el
carisma del Mesías muerto (siempre que el actual profeta se convierta en Mesías
y Mito por medio de su muerte), como en el caso de Argentina que con la muerte
de Evita y Perón pasaron décadas hasta que Menen primero y los Kirchner después
pudieran heredar parte del carisma del mito de los Perón.
La
escogencia de Henrique Capriles Radonski como el candidato de la unidad de la
oposición, frente a pre-candidaturas más radicales como la de María Corina
Machado o Diego Arria pueden ser el primero indicio de que el liderazgo
religioso de Chávez sobre la oposición ha mermado, unido a su condición de
enfermo de cáncer (Terminal o no) que lo acerca a los mortales y no a los
monstruos invencibles de los mitos. Que Capriles apuesta a la inclusión social,
más allá del cálculo político para captar a los indecisos y chavistas Light de
los estratos D y E, debería demostrar que los imperativos morales que hay en el
discurso chavista no son en sí malos, sino que sólo se han manejado para
manipular la multitud que sigue al Presidente Chávez. Sólo que la oferta de
Capriles debe ser superior a la de Chávez, tanto en la práctica (es decir que
en la realidad se pueda reducir la pobreza y la desigualdad en la sociedad
venezolana) como a nivel de sentimientos morales: El sentimiento moral que sólo
con el esfuerzo propio uno puede salir de abajo, por lo tanto la libertad
individual y la propiedad privada son sagradas y el discurso de la lucha de
clases carece de sentido. Una épica de inclusión superior a la visión marxista
de la realidad de los personeros del gobierno.
Capriles
Radonski tiene que devolver a las multitudes a ser individuos, a ser colectivos
autónomos pero para eso debe convertirlos momentáneamente en su multitud de
seguidores basado en pasiones y sentimientos morales comunes. No ser un
caudillo totémico como Hugo Chávez sino un caudillo Mosaico que transfiera el
prestigio de su persona a la de unos ideales dados. Una de ellos ya lo
mencionamos, una propuesta de inclusión económica y social superior al del
chavismo, la otra es igual de urgente: La paz entre los venezolanos. En una
sociedad que no ha vivido una guerra civil en más de 100 años, la actual
polarización política significa una micro-guerra que han extenuado
psíquicamente tanto a chavistas como opositores y NI-NI. La paz como
sentimiento moral mueve la acción de las multitudes y puede llevar a cabo
cambios en la comunidad política en que
vivimos. Hemos de saber estas cosas con cabeza fría si queremos una mejor
Venezuela pero aplicarlas con corazón caliente a la hora de llevarlas a la
realidad. El momento de devolver a las personas su capacidad de percibir la
realidad sin que medie un líder de por medio debe darse cuanto antes, sino el
resto de lo que nos tocará será el caos.
Muy interesante y esclarecedor. Desde ahora soy tu seguidora. Sugiero revisar la redacción, porque hay algunos errores de concordancia que dificultan un poco la lectura en ciertos párrafos.
ResponderEliminarGracias Daisy... sobre todo por las sugerencias de corrección que son bienvenidas
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