LOS DINOSAURIOS DE LA DIPLOMACIA

Charles Pasquier
Solo dos ejemplos: La ONU, fundada el 24 de Octubre de 1945, para la cooperación en asuntos como el Derecho, la paz y seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos. Por otra parte, la OEA, fundada el 30 de abril de 1948  para, entre otras cosas, fortalecer la paz, seguridad, consolidar la democracia y promover los derechos humanos… Ambos organismos se fundaron en la primera mitad del siglo XX, con la II Guerra Mundial y sus consecuencias aún frescas. La idea era evitar la repetición de los abusos de fuerza, horrores y crímenes de lesa humanidad cometidos por los líderes de Alemania, Italia y Japón.


No soy quien para sacar un balance de la efectividad de sus actuaciones desde que estos organismos se crearon, pero como ciudadano del mundo, si creo que, una vez dado el inmenso salto tecnológico que generó Internet y toda la capacidad comunicacional que transformó el mundo, por decir lo menos, “se le ven las costuras” a los discursos de algunos representantes de países cuyo contenido es incongruente al contrastarlos con imágenes, videos y testimonios contundentes, imposibles de ser falsificados debido a la inmediatez transcurrida entre el evento y la llegada de las imágenes. Es decir, ANTES, podían llegar estos representantes a caerle a embustes al mundo entero, pues contrastar sus contenidos era casi imposible, muy engorroso o, en algunos casos, no interesaba hacer dicho contraste.
Pero HOY EN DIA, las sociedades avanzan a una velocidad muy superior a la de los políticos que dicen representarlas. Y muy mala representación hacen quienes dan la espalda a los objetivos o razón de ser de estos organismos, cuando, disponiendo de acceso a informaciones incontrovertibles que llegan vía internet de diferentes redes sociales en tiempo real, luego de escuchar discursos cuyas mentiras son evidentes, no hacen nada porque no es políticamente correcto o porque los estatutos simplemente no dan cabida a esta fácil, rápida y sencilla forma de ver la verdad más allá de cualquier discurso.
En el caso de Venezuela, es patético, triste, inmoral,  ver cómo representares de su gobierno o figuras del establishment revolucionario, muy descaradamente niegan una crisis que TODO EL MUNDO VE A DIARIO y no aceptan que otras naciones ayuden al  maltratado pueblo venezolano. Es decir, un discurso que se estrella con las imágenes y testimonios de las redes sociales, reportajes e informes de organismos defensores de derechos humanos, mientras POR MAYORÍA el resto de los países decide no hacer nada.
Tal vez si se actualizan los estatutos y se obliga a que las líneas de decisión de los “representantes” de las naciones, en casos donde se evidencien crisis que ponen el riesgo no solo la democracia sino la propia vida de los integrantes de cualquier nación, sean discutidas usando TODAS las informaciones disponibles y no solo las contenidas en un discurso sesgado a los intereses particulares de un grupo en el poder a quien le dan acceso privilegiado a la tribuna de oradores, se tenga, al menos, la evidencia de que quienes no actuaron lo hicieron plenamente conscientes y luego no puedan hacerse los “engañados” en su buena fe porque la única información que disponían fue justo la de ese funcionario parcializado. Es decir, que los convierte directamente en cómplices o cooperadores, de manera que cada uno de ellos, al regreso en sus respectivas naciones, tengan que explicar el por qué de sus actuaciones cuando sabían que había una democracia y vidas en riesgo de por medio.
Por ahora, se entiende que “esperar y ver” resulta sumamente cómodo, ya que las consecuencias de la crisis solo las experimenta el país en particular. Luego habrá tiempo para que la retórica diplomática justifique el haber dejado de hacer lo correcto mientras se hizo lo “conveniente”.

Los ciudadanos del mundo podemos ver que lo dinosaurios no se extinguieron, viven entre nosotros, más aún, nosotros los mantenemos con nuestros impuestos, para que solo se beneficien los grupos de poder y los intereses mezquinos a los que raramente, una que otra vez, se impone la moral, la ética y la justicia. Esperemos que, en el caso de Venezuela, sea esta esa rara excepción en que la ONU y la OEA sirven más que para hacer discursos y mantener un grupo de diplomáticos que en la práctica defienden intereses de sus gobiernos y toman decisiones que, de consultarlas con los pueblos que dicen representar, serían muy diferentes a las adoptadas. De no ser así, hay que buscar la forma de que una masa crítica obligue a que estos fósiles desaparezcan para darle cabida a organismos modernos, realmente del siglo XXI, para que actúen en congruencia con los postulados que fueron, son, y seguirán siendo su razón de ser.

Comentarios