Muere un niño...
Nelson Romero
Como quiera que nunca se sabe cuando el pez bebe agua, es probable que la ley de equilibrio universal, la cual se olvida con frecuencia, tome cartas en el asunto. ¿Cómo? No se sabe, pero que en este territorio ocurrirá algo que abofetee a quienes están en funciones de gobierno como para que nunca más olviden el daño ocasionado, ocurrirá.
Muere un niño por hambre en un país adjetivado con el apellido de un oligarca de su época utilizado para engañar a la masa de incautos inocentes, embelesados por las palabras de un estafador político que engaño a los suyos, pero que en este foro se empeñan en elevar a los altares de la gloria.
Muere un niño. Es la cosecha de un legado. Es el fruto de las políticas de un régimen político administrativo que ha tornado peor lo que era malo que, a su vez, era regular pero un inculto teniente coronel formado para la guerra se dedicó a descomponerlo siguiendo los dictados de otro militar que asegura será absuelto por la historia, pero el destino le tiene reservado su merecimiento. ¿Cuál? No se..
Muere un niño. Apena lo ocurrido. En la calle se ven los cuerpos de quienes se están convirtiendo en espantos en vida por no comer, gracias a los altísimos precios de los insumos alimenticios. En la calle se ven a los ancianos, utilizados por sus propios familiares como primeras líneas de un batallón que sale a luchar por conseguir una miserable miga de pan ofrecida por un régimen, cuyos dictados ideológicos pueden ser "socializadores" de la vida, pero que en la cabeza de un Comandante Extranjero, se tornan en socializadores del hambre y que sus "admiradores de pacotilla" lo copian al carbón, o mejor, dicho lo escanean para peor.
Muere un niño. En lugar de avergonzarse por el hecho, este foro pierde su tiempo en escudriñar si las palabras de los participantes abiertos son ofensivas a la propia majestad de la comunidad, pero la muerte de un niño, ahora lo digo como lo dicen los socialistas cuando están del otro lado del gobierno, no es más que un cardinal en la estadística de muertes en un país.
Muere un niño. La cobardía, los intereses, la ausencia de prójimo en las comunidades políticas no generan un movimiento telúrico que los ponga en carrera a unos y otros. Sus intereses en conflicto tienen en el corto plazo una medida del poder de convocatoria. Unos por una candidatura al poder general, otras al poder particular, pero todo queda en una medición de fuerzas mientras una madre llora a su niño que a lo mejor iba a ser su cuidador en la vejez.
Muere un niño. El cielo de mi ciudad está gris. Las nubes se han encargado de ocultar el Astro Rey. ¿Puede ser un signo del tiempo que vivimos? ¿Puede ser una inocultable señal de que en el país algo anda mal? ¿No recuerda las condiciones atmosféricas de los primeros días de diciembre del 99 cuando la tragedia de Vargas?
Muere un niño. Murió como Franklin Brito. Este murió por una razón de principios, aquel por falta de ellos. Una sociedad que se jacta de ser militante de los emparejamientos sociales es incapaz de armar un berrinche removedor de la conciencia, quizás de mayor generación que los saqueos de Caracas del 89.
Muere un niño. Si nos atenemos a otros postulados religiosos, su alma se purificó y quien sabe si no volverá porque ya enseño su lección. Ya cumplió su misión en este plano. Mientras tanto, los terrenales luchan por el poder de sobresalir en la torre del vacío espiritual, moral, ético, ciudadano, político y seguir mirando hacia el lado inconveniente.
Paz al alma de Royer. DIOS lo acoja en su regazo.
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